BAÑOS DE BOSQUE

La dulzura profunda del Hayedo de Conangles

Comarca: Val d’Aran
Localización: Valle de Conangles
Tipo de ruta: Ruta de trazado abierto
Distancia: El refugi està a tocar de la fageda
Vegetación: Bosque mixto de haya i abetos
Estacionalidad: Todo el año, prever nieve en invierno

Situada en el extremo noroccidental de Cataluña, la Val d'Aran es la única comarca que se halla en la vertiente atlántica de los Pirineos. El clima atlántico le ha conferido unas singularidades muy destacadas que se manifiestan notablemente en los aspectos físicos, clima, vegetación, así como la fauna que la habita. Se trata de un valle muy extenso, con 620 km2, que es la cabecera del Garona, río que nacería en el circo de Ratera-Saboredo o bien en el macizo de la Maladeta y que atraviesa todo el valle. Y es también cabecera del Noguera Pallaresa y el Noguera Ribagorçana en el lado de mediodía y de levante. Las particularidades de su historia han formado también su carácter, estrechamente ligado al paisaje montañoso que se manifiesta en todas partes. El 30 % del territorio se encuentra por encima de los 2.000 metros de altitud. Rodeada de altísimas montañas y cimas, pasos estrechos y comunicaciones condicionadas por el clima riguroso del invierno, su naturaleza exuberante es fascinante allá donde se contemple. Parte del valle se encuentra en el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici.

La naturaleza es la gran protagonista, con más de 370 kilómetros de caminos forestales, más de 300 kilómetros de senderos señalizados y una gran diversidad de itinerarios para la práctica del montañismo. El clima atlántico proporciona una humedad elevada durante todo el año debido a la pluviometría y la nieve, con temperaturas más bien templadas y veranos en los que generalmente predomina la frescura. En este clima han proliferado abetales y hayedos en las zonas más umbrías, pino rojo y roble en las más soleadas y pinares de pino negro, prados alpinos y subalpinos en las partes más elevadas. En definitiva, la Val d'Aran es un inmenso monte con tapiz vegetal prácticamente por todas partes, en el que destacan bosques espesos, umbríos o soleados, prados y lugares de flora intensamente colorida, así como resistente a las exigencias del clima, y ​​el roquedo inmenso propio del Pirineo Axial. Además, puesto que los Pirineos son muy antiguos y han sufrido distintos cambios a lo largo de su historia, la adaptación de las especies que habitan allí es un tema muy cautivador. Fijarse en la adaptación al medio de diversas especies es realizar un viaje del pasado al presente, entendiendo vínculos y evoluciones no solo del Pirineo sino de todo el mundo, cuando las fronteras eran solo geográficas. Por ejemplo, la genciana (Gentiana alpina) y el rododendro (Rhododendron ferrugineum) tienen origen ártico mientras que la oreja de oso (Ramonda myconi) es endémica del Pirineo. Hay también algunas especies únicas, difíciles de encontrar, como la orquídea negra (Nigritella nigra), característica por su color oscuro; la árnica (Arnica montana), conocida por sus valores terapéuticos, o el rocío del sol (Drosera stenopetala), planta carnívora amante de los insectos.

Con todo esto, es de esperar que prácticamente en cualquier lugar de la Val d'Aran encontraremos zonas ideales para la práctica de un baño de bosque y con muchísima diversidad de bosques y espacios a elegir. En esta ocasión la zona propuesta es el hayedo de Conangles, bosque que se encuentra junto a la boca sur del túnel de Vielha. Es aquí adonde hay que dirigirse y se puede dejar el vehículo en la zona de aparcamiento de Conangles, situada a 1.593 metros de altitud y de gran extensión.


El espacio para la práctica de baño de bosque

El punto de salida es el refugio de Conangles. Desde el mismo aparcamiento ya se intuye el tamaño del bosque, la majestuosidad de las montañas, agrestes e imponentes, los colores variados según la época del año, la frescura, la humedad y el ruido del agua del río que se oye con intensidad. Situados en el aparcamiento, hay que cruzar el puente que atraviesa el Noguera Ribagorçana y el refugio queda justo al otro lado del río. Una vez en el refugio, hay que pasarlo, ir hacia los tendederos y allí fijarse en dónde está la señalización vertical que indica la dirección del Saut de Molières. Se debe seguir todo el rato este itinerario señalizado, que es el 21 de la red de senderos señalizados.

Situados al inicio del sendero, los primeros pasos que damos ya nos adentrarán de repente en este palacio natural: un inmenso hayedo, umbrío e intenso, capaz de despertar los sentidos más dormidos de una bocanada. Como decíamos, la cabecera del Noguera Ribagorçana está afectada por la influencia del clima atlántico y esto posibilita que se desarrollen muy bien los hayedos, ya que necesitan mucha agua. Este en particular es un bosque mixto de haya (Fagus sylvatica) y abeto blanco (Abies alba), de un verdor que deslumbra en primavera y verano, tonalidad de colores tostados y acogedores en otoño gracias a las hojas caducas, y en el invierno puede cubrirlo totalmente una manta de nieve. Las hayas hacen un tronco alto y esbelto, de color claro y corteza lisa que resalta su copa ancha, de numerosas hojas ovaladas y delgadas entre las que se esconden los frutos comestibles y susurra el aire. En medio del bosque de hayas destacan abetos inmensos, de gran diámetro y altura, y también se encuentran árboles muertos, con madera en diferentes estados de descomposición. El sendero nos lleva a los pocos metros a una pista más ancha (es el GR-11, que cruza todo el Pirineo) donde la circulación de todo tipo de vehículos está prohibida. Al cabo de 500 metros aproximadamente va cambiando la composición del bosque, se espacian las hayas, dominan los abetos, brota el agua salvaje y el circo de montañas, entre ellas el Tuc de Molières, se hace cada vez más evidente (esta es la cima más alta de la Val d'Aran, con 3.010 metros). Aquí sorprende la flora alpina, muy abundante especialmente en primavera, en la que destacan la escila del Pirineo (Scilla lilio-hyacinthus), la uva de zorra (Paris quadrifolia), el eléboro verde (Helleborus viridis), el narciso de los poetas (Narcissus poeticus) y la genciana (Gentiana lutea), entre otras especies, y una representación muy interesante de orquídeas según la época del año.

A 1,2 kilómetros del refugio de Conangles llegaremos a un puente que atraviesa las aguas del río Conangles. Pasado el puente y hacia la izquierda se encuentra el Centro de Investigación de Alta Montaña de la Universidad de Barcelona. El paseo contemplativo puede acabarse en este punto y deshacer el camino para volver al refugio. Estos 2,4 kilómetros (ir y volver) tienen un desnivel imperceptible, muy suave, y ofrecen un espacio magnífico desde el primer momento para conectar con la naturaleza con los cinco sentidos. Hay distintas maneras de hacerlo y cada cual tiene la suya en particular, sin duda que prestar atención a todo lo que nos rodea en medio del bosque nos ayudará a disfrutar de la experiencia. Cómo nos relacionamos con la naturaleza. Qué es lo que más nos llama la atención. Cuál de nuestros sentidos se activa. Y si lo activamos nosotros. Cómo participamos en este espacio. Qué relación construimos en y con este universo lleno de vida, cuando desaceleramos el ritmo habitual. Qué emociones y sentimientos nos despierta la vida del bosque. Etcétera.

Complementariamente se puede continuar hacia la izquierda, si apetece, siguiendo el mismo GR hasta el Hospital de Sant Nicolau dels Pontells (refugio Espitau de Vielha), establecimiento hospitalario construido en la edad media para atender a los peregrinos y viajeros que cruzaban el puerto de Vielha. Hasta aquí el camino sigue suave y se puede disfrutar de unas vistas panorámicas presididas por el Tuc de Molières. Desde este punto se puede continuar hasta el Saut de Molières (9,2 kilómetros entre ir y volver desde el refugio con un desnivel de 315 metros). El camino sube, inicialmente por un camino ancho, que va siguiendo el curso del barranco de Molières. A medida que se toma altura el camino se va estrechando y se adentra de nuevo en otro hayedo espectacular hasta llegar a la cascada. El Saut de Molières hace estallar las aguas procedentes del Tuc de Molières, que bajan con muchísima fuerza durante el deshielo. Vale la pena llegar aquí en cualquier época del año.