El viaje

Viajamos por un territorio rural tocado por la mano del ganadero y el agricultor. Allí donde miremos descubrimos una cabaña donde refugiarnos o una pared que separa márgenes y cultivos. Son paredes de piedra seca apiladas con la destreza de un maestro artesano, vestigio de una sociedad que hacía vida en los campos. Una vida que ha quedado como un legado entre las familias. De esta dedicación por la tierra ha perdurado también en la comarca una gran tradición alfarera. Verdú es el estandarte y ha sido declarada como Zona de Interés Artesanal por la presencia de artesanos que nos muestran su técnica tanto con la cerámica tradicional como en la más moderna y artística. Así vemos crear del barro objetos mágicos de la cultura popular de siempre como los cántaros llamados también sillons. Con este espíritu de culto al pasado, cada año por San Jaime con los vecinos de Nalec recuperamos las antiguas horcas del abuelo y nos invitan al Baile de Horcas. La danza de los antiguos segadores reúne amigos y familiares en un gran círculo en el estribillo del Baile de Sant Ferriol que nos hace ser uno más del pueblo. La comarca revive su pasado ganadero en la Fiesta de los Tres Tombs de Anglesola. El pueblo se vuelca en una celebración que une feria medieval, exhibiciones de carga, muestra de ganado y el gran desfile de carros. Respiramos aquel aire de antaño viendo reencontrarse a abuelos que han compartido décadas de trabajo en el campo.

Reencontramos el homenaje a la tradición en las Fiestas de la Siega y la Trilla de La Fuliola, la cita más importante en el pueblo que sirve para reunir familias y amigos en torno a lo que se había hecho toda la vida. Durante los meses de junio y julio la villa recupera las técnicas ancestrales de sacar lo mejor de la tierra. Continuamos inmersos en este viaje por la historia de la comarca descubriendo los episodios de bandolerismo. Castellserà nos lleva a los siglos XV y XVI para revivir con la Fiesta del Bandolero las peripecias de la cuadrilla de Perot de Argensola saqueando a diestro y siniestro. Durante todo un fin de semana, en mayo, el pueblo parece vivir entre carreras, disparos y sustos recreando la leyenda de un antiguo tesoro escondido. Aún con el corazón a mil, saltamos a Guimerà para entrar por la puerta grande a la edad media. El Mercado Medieval se adecua al laberinto antiguo urbano del pueblo de tal manera que por momentos nos parece que todo es real. En este mundo de piedra, escaleras, callejones y rincones, el Mercado completa el escenario con pasacalles, ferias, espectáculos y escenas de una vida medieval que no nos parece tan lejana. La gran trilogía de las fiestas históricas la completa el Fin de Semana Ibérico en la ciudad ibérica de Molí d’Espígol de Tornabous, Els Estinclells de Verdú y la Necrópolis de Almenara Alta. El primer fin de semana de octubre los cuatro vestigios de lo que fue la cuna cultural en esta tierra renacen con actividades lúdicas y formativas para explicar a urgelenses y visitantes cómo vivían y se organizaban aquellos primeros pobladores.

En este Urgell que mantiene un pie en la tradición mientras extiende el otro hacia la globalidad, Tàrrega nos propone la Feria del Teatro. Cada plaza y rincón de la capital se convierte en un escenario, una mesa de trabajo y un escaparate internacional para actores y productores. Equipados con el programa de mano saltamos de rincón en rincón eufóricos de tanto descubrimiento. En los bares, hostales y en la zona de acampada el ambiente de cultura lo invade todo. Nos convertimos en adictos a estos días de cultura en mayúsculas en la capital del Urgell.

El viaje por esta comarca de diversidad geográfica y cultural nos adentra también en las tradiciones religiosas. Bellpuig vive con solemnidad y recogimiento la Procesión de los Dolores, el viernes anterior al Domingo de Ramos. Después de las celebraciones del día con el rezo del Rosario y el canto de los gozos, la noche convierte Bellpuig en un escenario de silencio y misterio con la procesión penitencial, una tradición que los vecinos nos hacen sentir como propia.

Damos un salto de las emociones a las sensaciones más dulces y aterrizamos en Agramunt el mes de octubre. Estamos en la Feria del Turrón y el Chocolate. La cita engalana el casco antiguo para hacer un espacio de comunión entre productores, cocineros, clientes y empresarios del mundo del dulce. Desde 1988 la feria aprovecha la tradición turronera del pueblo para volverlo uno de los motores económicos locales, que se convierte en el gran destino de los viajeros más golosos. Continuamos el viaje gastronómico por este Urgell de tesoros escondidos visitando la Feria del Aceite de Belianes y la Feria del Valle del Corb. Paseamos por las demostraciones de las labores del campo y aprendemos que cada producto de este valle es el fruto de una técnica cuidadosa. Recogemos aceitunas y las trabajamos para hacerlas llegar al molino y extraer un aceite que es el orgullo de los vecinos. Nos adentramos en el mundo de este aceite puro en el antiguo molino Maurici Massot y admiramos la exposición de las antiguas herramientas del oficio para acabar dándole el valor que le toca. El Urgell nos ofrece una completa variedad de encuentros gastronómicos que tienen como centro de interés lo más querido por los vecinos, los productos de toda la vida. Continuamos el viaje gastronómico por esta comarca de abundancia en la Feria del Vino y la Vendimia de Verdú con una muestra de las bodegas locales. Jugamos a hacer vino con un desayuno iniciático en la viña y haciendo la piada en la plaza Mayor en un ambiente de alegría, música y bailes. Nos convencemos de que aquí el vino es toda una cultura. Con el mismo entusiasmo, en Vilagrassa la Feria de la Almendra nos muestra una de las tradiciones artesanales más arraigadas al pueblo. Una fiesta con demostraciones, los premios de la Almendra de Plata y Corriolaire Mayor y desayunos para recordar con morcilla de almendra. Tesoros que los urgelenses han conservado con recelo durante generaciones en la despensa de los abuelos y que hoy nos regalan para enamorarnos de su tierra.